lunes, 14 de noviembre de 2011

El Hombre, Animal Insomne

Alguien ha dicho que el sueño equivale a la esperanza: intuición  admirable de la importancia tremenda del sueño —como asimismo del  insomnio. Este representa una realidad tan colosal que me pregunto si el ser  humano no sería un animal incapacitado para el sueño. ¿Por qué calificarlo  de animal razonable cuando se puede encontrar en ciertos animales tanta  razón como se quiera? Por el contrario, no existe en toda la naturaleza otro  animal que desee dormir sin lograrlo. El sueño hace olvidar el drama de la  vida, sus complicaciones, sus obsesiones; cada despertar es un nuevo  comienzo y una nueva esperanza. La vida conserva a discontinuidad, que da la impresión de una regeneración permanente. Los  insomnios engendran, por el contrario, el sentimiento de la agonía, una  tristeza incurable, la desesperación. Para el ser humano que goza de buena  salud —es decir, el animal—, es inútil interrogarse sobre el insomnio: él  ignora la existencia de individuos que lo darían todo por adormecerse, seres  obsesos de la cama que sacrificarían un reino por volver a hallar la  inconsciencia que la terrorífica lucidez de las vigilias les ha brutalmente  arrebatado. El vínculo que existe entre el insomnio y la desesperación es  indisoluble. Pienso incluso que la pérdida total de la esperanza es  inconcebible sin la colaboración del insomnio.  La única diferencia  existente entre el paraíso y el infierno es que en  el primero se puede  dormir todo lo que se quiera, mientras que en el segundo no se duerme  nunca. ¿Acaso Dios no castigó al hombre quitándole el sueño y dándole el  conocimiento? ¿No es la privación del sueño el castigo mayor que existe?  Resulta imposible amar la vida cuando no se puede dormir. Los locos  padecen frecuentemente de insomnio; de ahí sus terribles depresiones, su  asco por la vida y su tendencia al suicidio. Pero esa sensación de hundirse,  como un buzo de la nada, en las profundidades —sensación propia de las  vigilias alucinadas—, ¿no sería una especie de locura? Quienes se suicidan  arrojándose al agua o precipitándose en el vacío actúan movidos por un  impulso ciego, locamente atraídos por el abismo. Quienes no han conocido  nunca semejantes vértigos no pueden comprender la irresistible fascinación  de la nada que conduce a algunos seres a la renuncia suprema.

CIORANEn las cimas de la desesperación

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